Sentía vacío, pero no es que no estuviese lleno, es que estaba apunto de ahogarme. Sin embargo, seguía sintiéndome totalmente hueco por dentro.
Los pensamientos se retorcían en una perfecta sintonía con las cuerdas que me sujetaban. Como serpientes, se metían en mi cabeza, borrando cualquier rastro de mi pasado, de los recuerdos, de sus besos que tanto había saboreado e identificado. A la par, las cuerdas que parecían tener espinas hacían correr un pequeño río de sustancia roja, un color parecido al de sus mejillas sonrojadas.
Cerré los ojos y entonces la volví a ver, con su vestido azul transparente, su sonrisa tímida y sus ojos marrones de nuevo iluminados. Dejando que el viento acariciase su cabello rizado, negro como la Luna de la noche en la que la conocí.
Abrí los ojos y se había ido, pero entonces el oxígeno de acuerdo con mi último deseo, dejó de llegarme al corazón y volví con ella. ¿Para qué querría yo un corazón que no es mío, si siempre ha sido de ella? Esta vez sí, te querré eternamente.
Hoy por ti he muerto, mañana por mí volverás a mis brazos.
Cerré los ojos y entonces la volví a ver, con su vestido azul transparente, su sonrisa tímida y sus ojos marrones de nuevo iluminados. Dejando que el viento acariciase su cabello rizado, negro como la Luna de la noche en la que la conocí.
Abrí los ojos y se había ido, pero entonces el oxígeno de acuerdo con mi último deseo, dejó de llegarme al corazón y volví con ella. ¿Para qué querría yo un corazón que no es mío, si siempre ha sido de ella? Esta vez sí, te querré eternamente.
Hoy por ti he muerto, mañana por mí volverás a mis brazos.
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